ALACALLE
SANTI REBELLES DE LA TORRE Y PAULA RAMÍREZ VEGA (EDITORES)
En su texto de 1969 "Art after philosophy"3, Joseph Kosuth hace coincidir la llegada del siglo XX con dos acontecimientos paralelos, aunque no causalmente dependientes: el acabamiento de la filosofía (entendida como metafísica: búsqueda de lo indecible) y el comienzo del arte (entendido como "arte": idea que opera en un contexto artístico). Si bien antes de esa fecha habían existido objetos nombrados artísticos, su función nunca había sido intrínsecamente la del arte, que es incompatible con el régimen dependiente de, por ejemplo, la decoración, la ornamentación arquitectónica, los rituales religiosos o la exaltación de la aristocracia. Para Kosuth, en su rigurosa defensa del arte como concepto, lo estético y lo artístico consistirían en dos esferas separadas, puesto que la primera se encargaría de las opiniones respecto a la percepción en general, donde se confunden lo artístico y lo mundano. De este modo el arte, fuera de lo empírico, "es análogo a una proposición analítica y su existencia, una tautología que posibilita que el arte permanezca a distancia de las suposiciones filosóficas". La tesis de Kosuth, finalmente, defiende que cada obra de arte concreta es "una presentación de la intención del artista" y, con ello, "una definición de arte"; solo posible, así, en un ámbito de normatividad autónomo, ajeno a la vida.
La motivación que ha guiado la escritura de este catálogo nace precisamente de la convicción opuesta. Si hay un espacio insalvable entre el arte y la vida, el proceso que comprende el nacimiento de una idea, su desarrollo, materialización y, al fin, su exposición podría entenderse como la pretensión de hacer del lenguaje del arte un medio de expresión válido también para la vida, con la que se relaciona a la manera de un ser viviente y su atmósfera. El objeto del arte - o el acontecimiento, si su objeto está ausente -, que surgió de la vida y a la vida remite, es traído a colación a propósito de un significado que encarna pero que no se agota en su sensibilidad. Nuestro interés, por lo tanto, tiene que ver con el estatuto de la obra de arte como un elemento más del circuito de hechos que forman, en su totalidad, el mundo, y sin embargo, a la vez, como un ente capaz de decir de sí mismo algo que está más allá de los lenguajes mundanos: aprender a relacionarse con las obras según esta manera de ser que les es propia compone el reto del espectador. Este debe, por lo tanto, ampliar el trayecto de su formación estética con tantos lenguajes (permeables) como sean necesarios para acercar la semántica del arte a la realidad cotidiana. En oposición a la idea de que el arte yazca en una dimensión de pureza, exclusiva y excluyente, proponemos la traducción.
De este modo, surge del alumnado - bajo la ayuda constante de los/as profesores/as - la propuesta de redactar las páginas que siguen, en función a varios propósitos concretos: el primero de ellos es conceder la palabra a cada autor/a y darles así a todos/as ellos/as la oportunidad de defender en primera persona la obra que nos ofrecen. La alternancia de imagen y palabra, tomadas como lenguajes complementarios que un mismo sujeto produce, puede servir de herramienta para facilitar el enfrentamiento y la interpretación de la obra, que arriba mencionábamos; quizá, en algunos casos,la palabra escrita pueda ser incluso un elemento fundamental del significado de aquella.
El segundo propósito es el de acortar la distancia que separa al artista de su público, pues esta distancia se convierte, en ocasiones, en un espacio que demasiados intermediarios interrumpen. Se trata entonces de sustraer la figura del comisario de la labor de escritura, y recuperar la semejanza entre el que crea y su criatura. Se hace evidente que ello no tiene que ver con la omisión de funciones, sino con la cesión de un derecho-deber, por parte de los comisarios hacia sus compañeros. Todos/as aquellos/as encargados/as de comisariar las exposiciones en las diferentes salas (afrontando una labor inmensa de limpieza, organización, coordinación y, en general, puesta a punto de todo un espacio microcósmico con la finalidad de que pudiera ser compartido) han llevado a cabo un esfuerzo, destinado a todos sus compañeros, que no podemos dejar de agradecer.
En último lugar, y quizá su consecuencia más tangible: la escritura de un catálogo hace posible la persistencia de la obra y de la palabra (o de la obra a través de la palabra). Nos valemos de la noción de iterabilidad de Derrida4. Para el filósofo francés, esta consiste en la posibilidad (de una obra, de un texto) de repetirse, teniendo en cuenta que lo que en ella se repite no es algo presente, sino lo radicalmente ausente. Esta ausencia no debe verse negativamente, pues entraña una apertura a la resignificación. Las obras de arte, así como los textos, cuando se ofrecen en la materialidad estática de su trazo no son por ello letra muerta: son iterables porque no remiten a un significado único, actualizándose en cada nueva lectura. Lo que se muestra, entonces, no sería tanto una definición del arte - como pretendería Kosuth - sino un ejemplo, adscrito a un momento y lugar determinados, de un arte que no puede agotarse en una sola definición. Lo que se muestra es una presencia destinada a caducar (como el calendario de apertura de esta muestra); su significado, la diseminación de su(s) significado(s) posible(s). Este catálogo, las fotografías, los recuerdos y los destinos separados de las propias obras, repetirán entonces la ausencia primordial (de significado, de destinatario) que hace posible que cuando el arte comunica, comunique algo siempre nuevo. Este catálogo andaría desencaminado si aspirase a la identidad con la obra; su pretensión es, por el contrario, fijar el espacio de una lectura abierta donde el lector-espectador pueda acudir cuando lo desee. A sabiendas, sin embargo, de que la interpretación no es la búsqueda de un origen, sino el movimiento mismo del sentido - hacia ninguna parte -. Movimiento que pone en marcha la relación entre el arte y la vida en los espacios donde esta viene a presentarse.
Sería deseable que las obras y textos que contiene este catálogo errasen y, mezclados con los objetos del mundo, nos ayudasen - por analogías - a ampliar nuestro conocimiento sobre este. Sería deseable que el arte empañase su entorno, para que de ese modo la experiencia genuinamente artística se visibilizase en sus diferencias con las experiencias de confort que, cotidianas, tienen que ver con el hábitat desarrollado y tecnológico en el que vivimos. Sería deseable que una visión aguzada nos permitiese distinguir las obras de arte - que diseminan - de entre el aluvión de las meras imágenes - que proliferan -. Sería deseable, en la época de la imagen técnicamente reproducible (que es también la de la sobreinformación), convertir el individualismo del consumidor en el del autodidacta que no se resigna. Para lograr todo ello hay que permanecer despierto: atento al movimiento del sentido.
Este catálogo quiere ser la polifonía que registre el estado naciente de las trayectorias de un nutrido conjunto de obras y artistas, que han venido a coincidir en Granada a finales de enero de 2018 como resultado del fin de la etapa universitaria. Sirva este catálogo como vademecum de su encuentro (y desencuentro), siempre incompleto sin la mirada activa del espectador.
Santi Rebelles de la Torre y Paula Ramírez Vega
3 KOSUTH, Joseph, “Art after philosophy” en Art after philosophy and after: collected writings (1966- 1990), Massachusetts, Ed. M.I.T., 1991, pp.13-‐24.
4 DERRIDA, Jacques, “Firma, acontecimiento, contexto” en Márgenes de la filosofía, Madrid, Cátedra, 1998.